05Mar
2017
Escrito a las 10:16 pm

nuevoplanetaEs posible que alguien piense que el descubrimiento de un nuevo sistema solar con siete planetas similares a la Tierra es un tema ajeno a quienes estamos en medio del devenir político. Pero, en realidad, a veces son estas cosas las que traen preguntas capaces de resonar con fuerza bajo los pasos que damos en el presente.

Hace sólo alrededor de dos décadas el catálogo de planetas nuevos descubiertos era cero, hoy nos dicen ya se cuentan cerca de 3.500 confirmados. Y se piensa que una cantidad similar se podría sumar en diez años más. Lo excepcional del último descubrimiento es constatar que tres de esos planetas, por sus condiciones climáticas serían los indicados para poseer agua y, por lo tanto, ser aptos para algún tipo de vida. ¿Cómo se ha llegado en tan pocos años a dar un salto tan significativo en la exploración del universo y sus secretos?

La lección que nos entrega la astronomía en su acelerado desarrollo reciente es la práctica de la cooperación internacional para un objetivo asumido con pasión. Una lección que, por cierto, no se ve presente en la Casa Blanca hoy día. Cuando Donald Trump proclama su “América Primero”, planifica muros, expulsa extranjeros, anuncia proteccionismos se instala en el lado opuesto de lo que gente de muchas nacionalidades ha logrado con este descubrimiento. La cooperación ha unido mentes, entusiasmos, lenguas diversas en el afán de ir más allá del saber vigente.

El anuncio de estos días lo hizo la NASA tras la confirmación hecha con su telescopio espacial Spitzer, luego de profundizar los datos aportados desde el norte de Chile por el Observatorio La Silla y el de Cerro Paranal, ambos pertenecientes a European Southern Observatory (ESO). Allí se conjugan los planes y esfuerzos de quince países europeos, más Brasil y Chile.

Así trabajan también científicos de Japón, Estados Unidos, los europeos y otros asiáticos detrás del proyecto ALMA. Un nombre sugerente que con 65 antenas busca “escuchar” el Universo frío, desde el gas molecular y el polvo, hasta los vestigios de la radiación del Big Bang. Además, avanzan las obras del Telescopio Gigante Magallanes, un proyecto de grandes dimensiones a completarse el 2020, con capacidad de captar cinco a diez veces más luz de la que se registra hoy.

Si uno le pregunta a los astrónomos de cualquier país cual es el resultado preciso que espera encontrar, seguramente dirá que no sabe, que sus ojos y su mente están abierto a lo inesperado. Pero lo esencial es saber abordar ese nuevo conocimiento cuando llega, enlazarlo con lo previo y proyectarlo a nuevas posibilidades. ¿No suena parecido a los desafíos que la innovación social nos plantea en la realidad de nuestros países? ¿Quién predijo que en sólo veinte años la política viviría el impacto de las redes sociales instalando un ágora digital que trae interpelaciones nuevas a la democracia? ¿Y cuánto debemos aprender a mirar el futuro sin miedo, sabiendo que será distinto y sobre nuevas verdades habrá que construir lo esencial para una vida mejor?

“Todavía hay muchas cosas que no sabemos, pero también hay muchas más que podemos descubrir y preguntas que debemos responder. Ahora podemos imaginar estos mundos y nos volvemos a preguntar si realmente estamos solos” dijo uno de los científicos al hacer el anuncio. Pero la primera pregunta es una que también rodea nuestras inquietudes globales de hoy: ¿habrá agua y una atmósfera adecuada para que las condiciones de la vida puedan darse allá, a 40 años luz de nosotros?

El trasfondo de lo dicho por los científicos en estos días es claro: agua es vida. Agua, la que sabemos se nos va haciendo escasa. Por eso, a la que entreguen las lluvias, los ríos y las montañas habrá que saber cómo agregar aquella que rescatemos de nuestros mares, para hacer fértiles las tierras que por siglos fueron condenadas a ser estériles. Sí, los métodos están. Pero tendremos que combinar esos procesos con energías alternativas de costos adecuados, para que sol, tierra y agua se complementen. Y eso nos hace pensar en nuestro entorno, en las enormes reservas de agua que cruzan la superficie y los subsuelos de la América del Sur.

Es cierto que parte de este descubrimiento planetario ha tenido su origen en Chile junto a la astronomía internacional. Estamos contentos por eso. Pero es una advertencia a los latinoamericanos: son tiempos de cambios acelerados, hay que juntar fuerza, hay que pensar juntos. Hay que poner en las áreas de Investigación y Desarrollo mucho más de lo que hoy hacemos. Políticos y científicos debemos sentarnos en torno de una misma mesa a preguntarnos por donde debiéramos caminar hacia el futuro y que desafíos se nos vienen encima.

La astronomía vive tiempos apasionantes porque la tecnología está permitiendo descubrir confines lejanos del Universo. Nos convoca a mirar de otro modo las estrellas y el planeta que vivimos. Ernesto Cardenal, poeta magnífico, escribió hace un par de décadas Canto Cósmico y allí, entre tantas verdades y bellezas dice: “En griego caminante es planetes, así que habitamos una estrella caminante”. Este planeta que camina nos llama a caminar con él, abierta la mirada a otros tiempos, a crear nuevos equilibrios para una vida más justa y más sabia.

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