24Jun
2019
Escrito a las 2:54 am

El martes 18 de junio el diario Clarín me invitó a Buenos Aires a formar parte de la tercera edición del Seminario Democracia y Desarrollo, en el que se reflexiona sobre distintas aristas de la política argentina y del mundo. Luego de un diálogo con el editor general del diario, Ricardo Kirschbaum, se me hizo, al final del encuentro, una pregunta del público sobre la crisis en Venezuela y su posible solución. Yo di mi opinión: postulé que este no es un enfrentamiento entre el poder Ejecutivo y la oposición sino un conflicto entre el poder Ejecutivo y el Legislativo representado legítimamente por la Asamblea Nacional. En este sentido, la solución posible a la crisis actual se encuentra (ante las medidas anticonstitucionales que ha tomado Nicolás Maduro como conformar una Asamblea Constituyente paralela a la Nacional) en llamar a elecciones libres y abiertas en el plazo de dos meses más. Es acá donde mencioné que las Fuerzas Armadas debían atenerse a la Constitución y, sin ningún tipo de intervención, respetar lo que diga el pueblo a través del voto.

Al día siguiente, y ya en Santiago, un error de interpretación que es imposible identificar su origen, señaló que yo había dicho que las “Fuerzas Armadas de Venezuela están para defender la Constitución que existe” planteando en esa afirmación que yo había solicitado una intervención militar en la crisis venezolana. Esta lectura, totalmente alejada, no sólo a lo que dije, sino a mis convicciones democráticas más profundas, se difundió a la velocidad de la luz en portales de noticias, redes sociales, televisión y radio, llegando a ser el “tema del día” en una emisora nacional y provocando una extensa carta por parte del Embajador de Venezuela en Chile en la que argumentaba su total desacuerdo a mis “afirmaciones” (que nunca dije). Es decir, nadie aparentemente revisó lo que efectivamente dije y se guiaron por una información inexacta que se viralizó en todos lados.

Rápidamente tuve que subir un tuit en el que señalé que nunca había llamado a las Fuerzas Armadas a intervenir militarmente al gobierno venezolano e invité a quien quisiera a ver mi exposición completa de donde se desprendía esa supuesta afirmación, para que corroborara que era errada. Bastó ese solo tuit para que todos los medios bajaran mi falsa afirmación, pero que casi ninguno compartió y ni explicó la malinterpretación de mis palabras.

Aunque no creo que este espiral de desinformación haya sido parte de una campaña de desinformación orquestada, si pienso que es reflejo de lo que está sucede con el manejo de la información y nuestra responsabilidad en su difusión.

Hoy se abre ante nosotros la posibilidad de disponer de una red mediática infinita que hace que los comentarios e información que circulan en ella, muchas veces se desacoplen de la responsabilidad social que debe tener la información. No es posible una democracia amplia y representativa si no pensamos en una circulación de la información que tenga su complemento en una ética ciudadana como formadora de opinión pública. En tiempos en que el 65% de las personas del mundo se informa en primer lugar a través de las redes sociales, la circulación de las noticias pasa a transformarse no sólo en un problema del periodismo, sino que también de las personas. La ausencia de información sólida y la divulgación de generalizaciones apresuradas, sesgadas e incompletas, nos obliga a descreer e identificar los hechos correctos. Así como los medios de comunicación deben verificar la información que divulgan y volver a las fuentes, los ciudadanos somos responsables de construir una opinión pública basada en espíritu crítico.

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