04Dic
2014
Escrito a las 9:04 pm

RLCEPAL  El cuidado del clima y del medio ambiente es un claro ejemplo de lo que hemos denominado bienes públicos globales, es decir, aquellos que debemos promover y  resguardar entre todos. Asumiendo que el desafío planetario es no pasar de un  calentamiento global de dos grados Celsius para el 2030, el reciente acuerdo entre China  y Estados Unidos por reducir la emanación de los gases de efecto invernadero al  mediano plazo es un avance sustantivo para lograr un acuerdo mundial.

En este escenario favorable, la semana pasada tuve la oportunidad de presentar el    informe Mejor crecimiento, Mejor clima: la nueva economía climática, realizado por la  Comisión Global sobre Economía y Clima.

El estudio, en primera instancia, señala que el contexto nos ayuda. Los avances  tecnológicos como la energía LED y las mayores eficiencias económicas nos permiten que las futuras inversiones apunten a crecer con menores emanaciones. La conducción política fuerte, entonces, es decisiva para ordenar las prioridades y dirigir las inversiones hacia los tres sistemas clave de la economía que pueden lograr un crecimiento amigable con el medio ambiente: las ciudades, el uso de la tierra y la energía.

Desde el año 2008, más del 50% de la población mundial vive en ciudades, lo que nos obliga a preguntarnos sobre las políticas de expansión de las mismas. Por ejemplo, tanto la ciudad española de Barcelona y como la estadounidense Atlanta tienen cinco millones de habitantes. Sin embargo en la primera la población se concentra en 162 kilómetros cuadrados, mientras que en la segunda en 4.280 kilómetros cuadrados, lo que hace que Atlanta emita 10 veces más dióxido de carbono por persona, que Barcelona. En esta línea, la pregunta por el uso de la tierra es una obligación, y tomar medidas para detener la deforestación, responsable del 20% del total de las emisiones del planeta, es fundamental. Si lo llevamos a un plano más concreto el 50% de las emisiones que produce América Latina es por degradación de sus bosques, mientras que lo que Brasil emite produciendo su PIB es menos que lo que emite por deforestación. En el plano energético el desafío consiste en responder al aumento de la demanda, a través de energías renovables no convencionales como la solar, biomasa o eólica.

Para lograr que estos tres sistemas avancen hacia una efectiva disminución de emisión se necesita un uso eficiente de los recursos disponibles, una inversión en infraestructura que sea baja en carbono, y el estímulo de la innovación que permita reducir los costos. Por ejemplo, medidas como instalar ampolletas LED en el alumbrado público de todo Chile, se ahorrarían 380 mega, lo que equivale a 900 millones de dólares anuales.

Hoy, el desarrollo económico y el cambio climático se refuerzan mutuamente y favorecen  un cambio de paradigma mental y político. Mientras la pregunta en el siglo pasado era cómo hacemos para lograr el mejor crecimiento por habitante, en el siglo XXI la medida de civilización de un país será cuánta emisión de gases de efecto invernadero por habitante produce. Estamos, por tanto, en un momento especial de cambio mundial, propicio para generar acuerdos que nos permitan alcanzar un futuro con mejor crecimiento y mejor clima.

Un comentario

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Natalie
05.12.2014 a las 19:42 Enlace Permanente

Me parece muy interesante su artículo doctor, soy estudiante de Derecho en Colombia y me parece de suma importancia que los países en general tomen conciencia sobre la problemática del cambio climático, pues es algo que nos concierne a todos como humanidad, es muy importante también que nosotros los jóvenes empecemos a crear una cultura que se preocupe por el medio ambiente a través de acciones que se encuentren al alcance de nuestras manos como por ejemplo reciclar en nuestros hogares, y así entre todos poder aportar un grano de arena para reducir los efectos nocivos del cambio climático. Gracias por compartir el artículo a través de su blog, estaré muy atenta a sus publicaciones.

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