19Jun
2015
Escrito a las 8:14 pm

LaudatosiLa primera encíclica del papado de Francisco, Laudato si –Alabado seas-, no ha dejado indiferente a nadie. Una Encíclica es el documento más importante de la Iglesia Católica, a través del cual se dirige a los católicos del mundo y en donde el Papa define con claridad los puntos de vista de la Iglesia. Sin embargo, Laudato si está dirigida a todos los habitantes del planeta, más allá de su religión, porque se trata de la suerte de la humanidad. No de la suerte del planeta Tierra que seguirá existiendo, sino de la probabilidad que los seres humanos como hoy nos conocemos, podamos seguir subsistiendo en este planeta si no aprendemos a cuidarlo. Esa es la enseñanza fundamental de la encíclica.

Laudato si comienza aceptando el consenso científico sobre el calentamiento global. Es decir, reconoce que la principal causa del calentamiento global ha sido obra de los seres humanos en los últimos 300 años a partir de la Revolución Industrial, y en el uso indiscriminado de los combustibles fósiles. Este es el punto de partida al pensar qué tipo de civilización estamos construyendo a medida que tenemos mejores condiciones de vida, a partir de un crecimiento económico insospechado en la historia de la humanidad. En la Antigüedad, en la Edad Media, en los orígenes del mundo moderno, prácticamente el crecimiento económico era un concepto desconocido. Fue a partir de la Revolución Industrial donde se produce el gran despegue que tuvo lugar primero en Occidente y que ahora sucede en todo el planeta. En este escenario, la encíclica dirige la mira hacia el consumismo exagerado y la utilización extrema de los recursos naturales de la Tierra para satisfacer las nuestras necesidades, sin ningún código moral.

En un contexto en el que la actividad financiera representa casi el 30% de la economía mundial, el Pontífice es categórico: ‘las finanzas ahogan a la economía real’ señala, criticando fuertemente las medidas tomadas para superar la crisis financiera mundial y el lugar que se le otorga al deterioro ambiental.

A lo anterior se agrega la forma severa en que el Pontífice se dirige a las elites políticas del mundo y su falta de capacidad política para converger voluntades y avanzar en la reducción de emisiones que producen el calentamiento global. El fracaso del 2009 en Copenhague es todavía muy reciente en el recuerdo. De ahí, la importancia de que esta Encíclica tiene lugar precisamente cuando a finales de este año en París se intentará nuevamente por parte de los responsables políticos del mundo, alcanzar un consenso para enfrentar este difícil problema. ¿Cómo haremos para disminuir las emisiones? ¿Cómo haremos para adaptarnos a este calentamiento que ya está teniendo lugar? ¿Cómo haremos para no exceder los 2° de aumento de temperatura (ya tenemos 1.3° de aumento desde la Revolución Industrial) que es lo máximo que los científicos estiman que pueda resistir el planeta Tierra para que nosotros sigamos viviendo? ¿Cómo haremos entonces para poder avanzar y dar respuesta?

El Pontífice agrega además, en esta misma línea, que es fundamental hacerse cargo de las necesidades de los más modestos. ¿Cómo explicar que cada día los alimentos que se botan darían de más para alimentar a esos 800 millones de seres humanos que cada día se van a dormir con el estómago semivacío?

El llamado de atención es también un llamado a una profunda reflexión. Alabado seas es una descripción dura de la realidad del presente dirigida a todos y todos tendremos que hacernos cargo de lo que allí se dice y dar el primer paso a la acción. Por su parte, los más modestos, desde muchos puntos del mundo, al saber de esta encíclica, si es que llega a sus oídos, le dirán al Pontífice: ¡Alabado seas!

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