20Sep
2016
Escrito a las 8:30 am

Estar en una actividad pública significa mejorar y cambiar el presente y, para hacerlo, hay que explicitar los medios y las políticas públicas necesarias para ello. Y así como la vida es dinámica, cuando se modifican las circunstancias, las “ideas” de país también deben cambiar. Por supuesto que los países no son una isla, sino que están en un contexto más amplio respecto a la región a la que pertenecen e insertos en el mundo. Es por ello que cuando en plena dictadura pudo surgir el primer intento político entre los opositores a través de la Alianza Democrática, siendo su presidente hice una aproximación a la situación nacional en diciembre de 1983 con el texto Chile tarea de todos. En él, además de hacer un crudo diagnóstico sobre la realidad del país, invitaba a todos los sectores a asumir que la reconstrucción de Chile era tarea de todos, sorteando las discrepancias y uniendo fuerzas para superar la dictadura.

En 1998, diez años después de la recuperación de la transición democrática publiqué Una idea de país. Luego de ser ministro de Educación y Obras Públicas quise ponerme al día con la ciudadanía y compartir mi pensamiento sobre el Chile que teníamos por delante.

Luego de tras la crisis económica de 2008 que modificó para siempre el mapa mundial, se hizo necesario impulsar nuevamente el debate acerca del futuro del país. Por eso, ese mismo año publiqué El futuro comienza hoy, un libro que buscaba formar parte de la discusión sobre el camino que habían desarrollado los gobiernos de la transición y su proyección en las nuevas formas de construir sociedad.

El Bicentenario fue otro motivo para pensar, ya no sólo en Chile, también en Latinoamérica. Así es como nació el proyecto que aquí se llamó Cien años de luces y sombras y que, además, se realizó de manera simultánea en México, Argentina y Colombia. En esta publicación de dos volúmenes, se convocó a distintos expertos a reflexionar críticamente sobre la trayectoria social, política, económica y cultural en cada país, de cara al Tricentenario. Como editor intenté volver sobre aquellos asuntos que, aparentemente comenzaban a surgir en el siglo XXI, pero que ya estaban en tránsito desde mucho antes, “recordando el futuro”.

Luego de esa experiencia y de las profundas transformaciones sociales y políticas que se apresuraban en llegar tras la crisis de 2008 iniciamos, a través del Quinto Poder, un proceso de reflexión que culminó el año 2011, con la publicación El Chile que se viene: ideas, miradas, perspectivas y sueños para el 2030, coeditada con Óscar Landerretche. Después de 20 años de democracia el país se encontraba con los mejores indicadores de calidad de vida que había tenido en su historia y estábamos obligados a dar un salto más allá para mantenerlos y superarlos. Era momento de cambiar la mirada. Desmitificando la sensación de que en Chile no había ideas ni renovación de mentes convocamos a un grupo de jóvenes académicos, intelectuales y técnicos chilenos –donde el único mayor de 50 años era yo- a pensar sobre siete desafíos avanzar hacia una Democracia 2.0, llevar a cabo una revolución en educación, alcanzar una sociedad de garantías y obligaciones, impulsar un desarrollo urbano de Chile, entender a la población como motor del desarrollo, mejorar la distribución de ingresos y hacer del país una potencia en energía renovables.

Al año siguiente y poco tiempo antes que muriera, tuve la fortuna de conversar con el gran intelectual mexicano Carlos Fuentes sobre hacia dónde iba el mundo en este nuevo siglo. Como resultado de ese encuentro se publicó el libro El siglo que despierta en el que se plasmaron nuestras preguntas y reflexiones sobre los sueños de un mundo mejor. En este diálogo pensamos juntos sobre Latinoamérica, su inserción en un mundo globalizado, el rol de China y Estados Unidos en la economía internacional, el indigenismo, la política y las nuevas tecnologías entre otros temas que plantean visiones a largo plazo.

No es tema del pasado pensar en el Chile del futuro y hoy ha llegado el momento de volver hacer un planteamiento del país al que queremos llegar, definir en conjunto las metas compartidas para lo que queda del siglo XXI e incorporar una nueva métrica, es decir, una nueva forma de medir el progreso de Chile y de lo que los chilenos quieren alcanzar hacia adelante.

Desde la publicación de Mi idea de país han transcurrido 18 años en los que el elemento transformador ha sido la revolución digital. Por esto incorporar las nuevas tecnologías en el actual escenario es una estrategia fundamental para alcanzar el desarrollo a futuro y superar las formas de hacer políticas públicas del siglo pasado.

La publicación En vez del pesimismo. Una mirada estratégica de Chile al 2040 se inserta en esta línea de pensamiento. El libro es un llamado a terminar con el malestar y recuperar la confianza. Sólo así podremos establecer una senda de desarrollo que debe ser aliada y tributaria de los cambios tecnológicos para, de la mano de una economía sana, propiciar un robusto sistema de protección social y alcanzar un Chile más próspero, justo, sustentable e igualitario.

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