2015
Las economías que dependen de la explotación de recursos naturales y, en particular, de la minería se enfrentan a exigencias y contextos que llevan a los actores involucrados en el proceso productivo, a orientar al sector hacia un nuevo horizonte. En el caso de Chile esto adquiere una relevancia fundamental al concentrar el 30% de las reservas mundiales de cobre.
El siglo XXI impone entonces en la minería, como en el resto de los sectores, un cambio de paradigma. Si en el siglo XX andábamos orgullosos por el crecimiento del ingreso bruto por habitante, no me cabe la menor duda que la medida de desarrollo y crecimiento de este siglo, será la emisión por habitante como consecuencia del crecimiento del ingreso bruto per capita. Esto traspasado a la minería del cobre implica que el mineral a mediano plazo, dejará de ser un commodity y la pregunta por su valor final se medirá a partir de la huella de carbono que se emite por tonelada de cobre producida que se coloca en el mercado. A menor número de emisiones de gases en la producción, el precio será mayor. La biodiversidad, entonces, será un elemento ordenador sobre cómo hacemos explotación minera en el siglo XXI.
Lo sé, es un tema nuevo, no estaba en nuestras agendas hace 30 o 20 años atrás, pero el compromiso por evitar una pérdida neta de biodiversidad, es una oportunidad para que todos avancemos contundentemente en la protección del patrimonio natural.
Por otra parte, esto implica una mayor conciencia sobre la caducidad de estos recursos naturales. Los países que ayer eran grandes productores de cobre y hoy se encuentran con las minas agotadas, son los grandes productores de los insumos de la industria actual. Entonces, si Chile concentra más del tercio de la producción mundial del cobre y tenemos un tercio de las reservas ¿Por qué no tenemos un 30% de investigación y de avance tecnológico en estas materias? El sector de la minería es el más avanzado en tecnología del país. Utiliza automatización, control remoto, robotización, GPS satelital y exploraciones tridimensionales, sin embargo toda esta tecnología la exportamos, es decir, más de 1.389 millones de pesos son gastados en importación de insumos o más de 245 millones en camiones.
Mientras esto siga sucediendo no será posible que un país como Chile pueda integrarse en la cadena global de valor de la minería. Sin innovación nacional no tendremos cómo capitalizar las utilidades que hoy genera el mineral.
En este escenario, en Chile hay una nueva frontera a largo plazo, basada en la inversión del royalty minero en ciencia, tecnología y aumento de productividad. Así, para cuando el recurso natural no exista, los conocimientos lo reemplacen como capital y nos permita dejarles a las generaciones venideras utilidades sobre el recurso natural que hoy explotamos.
Esta es la forma de mirar y construir un futuro.
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