El triunfo del Brexit en el Reino Unido es una tragedia, no sólo para la Unión Europea, sino para un mundo globalizado que busca tender puentes en sus relaciones internacionales.
Gran Bretaña siempre ha sido reticente a la hora de integrarse a una Europa que se piensa en términos integrales. El Tratado de Roma en 1957, que dio origen a la Unión Europea, se hizo sin los ingleses que se negaron a firmar durante más de 15 años. Recién en 1973 pasaron a formar parte de ella, a través de un acuerdo de ampliación.
Ahora la reacción es distinta. El referéndum era negativo por donde se mire. Quienes votaban por permanecer lo hacían para evitar las pérdidas económicas que suponía la salida del Reino Unido de la Unión Europea (y, efectivamente, luego de conocerse los resultados la libra se desplomó en 18 centavos de dólar). Mientras que quienes estaban a favor de retirarse de la Unión Europea lo hacían bajo el principal argumento de detener la inmigración invasiva entendida como una amenaza para el país.
Con el triunfo del Brexit ganaron aquellos sectores que se quieren encerrar entre muros; aquellos nacionalismos trasnochados que condujeron a las guerras del siglo XX y que celebran junto a líderes de extrema derecha como Marie Le Pen en Francia y Donald Trump en Estados Unidos.
Los grandes perdedores del referéndum son los jóvenes que entienden al mundo global y proyectan un futuro interconectado con Europa y, también el mismo Reino Unido, que corre el riesgo de transformarse en una pequeña Inglaterra. Tanto Escocia como Gales justificaban su permanencia en Gran Bretaña porque así formaban parte de la Unión Europea. Sin embargo, con este resultado, surgen voces separatistas en estos territorios que, no olvidemos, concentran la mayor cantidad de petróleo del país.
Visto desde el sur, América Latina y el Caribe se encuentra en un proceso de integración regional al dialogar con Europa bajo una sola voz. Por esto, esperamos una pronta respuesta por parte de Alemania, Francia y los Países Escandinavos de manera que puedan enfrentar los desafíos que supone el Brexit y que viene a poner en cuestión los valores por los que Europa viene luchando desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Respuestas eficientes respecto a la crisis económica del 2008 o a los refugiados son ahora prioritarias para fortalecer a la Unión Europea.
La Unión Europea debe ahora sobreponerse a esta pérdida, diseñar un plan y renovar sus instituciones políticas de manera tal, que respondan a las demandas ciudadanas y que fortalezcan la unidad continental, la que beneficia no sólo a Europa, sino que al mundo entero.
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