15Ene
2015
Escrito a las 11:23 pm

Si consideramos que la Prehistoria es el período más largo de la Historia, podemos afirmar que el ser humano ha vivido más tiempo de su existencia como nómada que como sedentario. Comunidades y pueblos recolectores se trasladaron desde un lugar a otro en búsqueda de alimento y refugio durante siglos, y el asentamiento comenzó recién cuando el hombre descubrió la agricultura y con eso la posibilidad de vivir definitivamente en un territorio. La migración, entonces, es un derecho ancestral.
De acuerdo a un informe de las Naciones Unidas, actualmente hay cerca de 200 millones de personas que viven fuera del país en el que han nacido. Estas personas, que representan el 3% de la población mundial, son en su mayoría jóvenes que huyen de la pobreza, la violencia o las guerras civiles hacia territorios más ricos y en paz. La sola decisión de cruzar la frontera ya implica un acto de valentía. En completo estado de vulnerabilidad se exponen a extorsiones, abusos, pagan altísimas sumas de dinero a contrabandistas y arriesgan sus vidas. Al otro lado suele comenzar una nueva batalla: sobrevivir. Como le sucedió a Bertín de Camerún, que cruzó el Mediterráneo a nado pagando 1.500 euros, o a Jorge de Honduras, que logró traspasar la peligrosa frontera mexicana luego de dos años de intentos fallidos. Sin embargo, al otro lado, el sueño no se alcanza. En situación irregular, sin un trabajo, sin albergue estable ni seguro social, la vida sigue siendo una pesadilla.
El fracaso de las políticas migratorias en Estados Unidos y Europa y la falta de ellas en otros países, nos sitúa en una crisis migratoria mundial difícil de manejar. La contradicción que existe entre el compromiso universal con los valores humanos y el creciente sentimiento de anti-migración, alimentado por discursos extremistas de ciertos grupos, nos enfrenta a una serie de nuevos problemas sociales, legales y culturales que no se resuelven levantando muros ni con vigilancia fronteriza.
Si las fronteras exteriores son comunes, también debería serlo la responsabilidad conjunta del fenómeno migratorio. Para esto se debe pasar del modelo social y público basado en el individuo a un modelo colectivo y global. Es decir, pensar una estrategia internacional —y no particular en cada país— y reconocer los derechos colectivos de las identidades de quienes emigran. Para esto es fundamental ampliar la mirada y entender al migrante como un polo de desarrollo económico además de sujeto de política social. La migración aporta nuevos recursos humanos que impulsan el crecimiento de la región a la que llega y contribuye a transformar una sociedad en una comunidad más diversa y plural. La formación de quienes migran, para que sean mejores trabajadores y ciudadanos, entonces, debería ser igual a la que pueden acceder las personas nacidas en ese territorio.
Esta transformación implica la necesidad de aprender a mirar al otro, de modular una educación que nos permita relacionarnos mejor, entendiendo la diversidad como una oportunidad y no como una amenaza. Sólo así tendremos sociedades más abiertas a las diferencias, más acogedoras e inclusivas, en una época en la que, progresivamente, estamos volviendo a ser nómades.

 

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[…] y de vida por puro gusto, sino porque ya su entorno es imposible y ve otro mundo mejor más allá. Las migraciones son connaturales al ser humano. ¿Dónde está el agua? ¿Dónde los alimentos y la caza? ¿Dónde tener de qué vivir? La […]

Un comentario

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Hector
20.01.2015 a las 15:52 Enlace Permanente

…mas allá de las políticas mundiales q debiesen adaptarse con el tema de quienes migran a otro país, deberían estos centrarse en porqué sus habitantes salen o huyen de su país a otro.
la globalización del planeta hizo perder el sentido de pertenencia del territorio, el luchar por sus sueños, dando paso a creer en los sueños foráneos, creer en la imagen mega ganadora de países de muchas luces… todo esto deja atrás la vida mas sencilla y solo abre la brecha entre lo real y lo irreal.

somos países q teníamos identidad, hoy perdida por tanto sueño americano y europeo. nuestra pobreza educacional q hoy se agravará mas, ha dado cabida a perderse en sueños ajenos.

Chile debe volcarse al hogar, padres involucrados en la enseñanza y el crecimiento de nuestros hijos, sino seremos exportadores de personas frias e indolentes.

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