La infraestructura es un factor esencial para mejorar la productividad y calidad de vida de los países. Como ministro de Obras Públicas y luego como Presidente, participé en el proceso de concesiones de las obras que transformaron y conectaron a Chile a través del eje norte – sur y le permitieron al país ponerse al día respecto a las demandas de eficiencia y velocidad de un mundo globalizado.
Para implementar la infraestructura que Chile necesita a 20 años plazo, se debe realizar una inversión superior a 100 mil millones de dólares. Esta cifra, que resulta casi imposible de imaginar, puede obtenerse gracias a que las condiciones económicas están dadas. Actualmente, contamos con un capital de 37 mil millones generado de las concesiones hechas desde 1994, y estamos ante un mercado financiero internacional que otorga bonos a 50 e incluso a 100 años plazos. Con los recursos en la mano, el desafío está en soñar en grande, hacer trabajar el capital que tenemos y tomar la decisión de invertir a gran escala.
En este contexto se debe impulsar la creación de un fondo de inversión que, administrado por el Ministerio de Hacienda pero autónomamente, concentre el dominio formal y cuente con los flujos futuros que se perciban para poder emitir bonos que financien los grandes proyectos a largo plazo.
Es indispensable abordar, tanto en Santiago como en las principales ciudades del país, cuáles son las necesidades más urgentes. En la capital se debe llevar a cabo cuanto antes, el nuevo anillo periférico que definirá sus límites. Asimismo se debe fijar una meta de construcción de 10 kilómetros de Metro anual para alcanzar los 320 kilómetros proyectados para el año 2035. Esto, sumado al refuerzo de la Línea 1 con una línea paralela, hará del Metro un eje ordenador de las vías principales del transporte público.
En regiones se necesita un sistema de trenes de cercanía que aproveche las líneas de ferrocarril existentes, para conectar con trenes de superficie ciudades, servicios y población. Por ejemplo, siguiendo el borde costero en Arica se puede unir el puerto con el aeropuerto de la ciudad; un teleférico haría lo mismo entre Iquique y Alto Hospicio, mientras que un tren desde Copiapó la comunicaría con Paipote y Caldera. El Biotren en Concepción se puede extender hasta Lota y en Temuco un tren de cercanía podría ir desde Lautaro para llegar hasta Padre Las Casas, mientras que en Puerto Montt podría ir uno hacia el norte, llegando a Osorno.
El motor de desarrollo mundial se ha desplazado, desde Europa y Estados Unidos a China y Asia, lo que implica un tránsito económico desde el Atlántico Norte al Pacífico y con ello, una oportunidad única para que en Chile se construya el gran puerto del Pacífico Sur. De ahí la importancia de los corredores bioceánicos. Es necesario preparar a nuestros puertos para recibir a los buques de 18 mil contenedores que en breve comenzarán a cruzar el Canal de Panamá. Renovar y convertir a San Antonio en el puerto del futuro, conectado con autopistas a las principales ciudades de la zona centro, es fundamental si Chile quiere ser protagonista en este nuevo escenario.
Este programa implica un entendimiento amplio de la sociedad en la que todos –empresas, trabajadores, ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil sean escuchados. La historia enseña que cuando existen oportunidades hay que aprovecharlas en el momento en que se dan, ya que después es demasiado tarde. Hoy es el momento.
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