05Oct
2017
Escrito a las 2:17 pm

303911 (2)Hace 29 años, un día como hoy, Chile vivió un hito en su historia. Después de 16 años la dictadura de Augusto Pinochet comenzaba a retirarse.

El texto constitucional de 1980 establecía a que ocho años después de Pinochet en el poder, se debía llamar a plebiscito. En 1988 la junta militar estaba obligada a hacerlo, y nosotros sabíamos que para que Pinochet continuara en el poder, debía transitar sí o sí por un plebiscito. Entonces nos preparamos para esto y decidimos desafiarlo en su propio campo. Para esto configuramos bloque sustentado en un acuerdo social y político común e impulsamos una campaña que tuvo como ejes principales una larga caminata por Chile y una inolvidable franja televisiva.

Durante ese recorrido que hicimos por todo el país, nos dimos cuenta que el verdadero adversario no era Pinochet, sino el miedo. El miedo a salir, votar y demostrar una opción personal. Nuestra misión tuvo entonces un doble objetivo. Además de hacer soñar con la posibilidad de un Chile distinto, debíamos convencer al pueblo que si elegían a un país libre, estaríamos a salvo. Que éramos muchos y ya no podían callarnos.

Ese 5 de octubre, la jornada de votación comenzó desde muy temprano y nos despertamos conscientes de la tremenda responsabilidad de movilizar a miles y miles de personas sin saber de qué era capaz de hacer la Junta Militar Militar ante un resultado adverso.

Como una manera de evitar un fraude electoral pusimos en cada una de las mesas a un apoderado que sería encargado de velar por el correcto conteo de votos y accediendo a los cómputos, fuera de la comunicación oficial.

Según el conteo que realizaban los apoderados, los datos iban llegando a los centros de cómputos del Comité de Elecciones Libres y del Comando del No que se habían organizado para desarrollar métodos estadísticos y proyectar resultados a nivel nacional. De esta manera informaríamos a la opinión pública nacional y extranjera y podríamos confrontar al régimen ante un eventual falseamiento de datos.

A medida que llegaba la información a los centros de cómputos del Comité de Elecciones Libres, la realidad iba haciéndose cada vez más evidente. El No triunfaba por amplia mayoría, pero las informaciones que se manejaban entraban en contradicción con los datos oficiales de la Moneda.

Cerca de las doce y media de la noche dimos el resultado, con el 90% de las mesas escrutadas. Lo entregó Patricio Aylwin, que hizo de frío lector. Cuando se bajó del escenario, nos dimos un abrazo que dio la vuelta al mundo en una fotografía que retrata uno de los momentos más felices de mi vida.

El triunfo del No y su reconocimiento por parte del régimen marcó el comienzo de un proceso de transición desde la dictadura hacia la democracia y, lo más importante, es que fue el electorado el que resolvió de manera categórica rechazar la continuidad de Pinochet como jefe del Estado.

Ese día la movilización genuina de lo más profundo del pueblo chileno permitió que ganara la democracia y que fuera imposible tergiversar el resultado, que a esas alturas era claro y legítimo. El 5 de octubre de 1988 demostró la madurez cívica de un pueblo resuelto a respetar y hacer respetar el resultado. Ese pueblo fue el verdadero vencedor y el miedo fue el gran perdedor.

Así concluyó una gesta de características épicas que con los días se transformó en una fiesta llena de entusiasmo, mística y pasión irrepetibles.

Después del triunfo del 5 de octubre, otra historia comenzaba.

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