03Jul
2016
Escrito a las 4:29 pm

El 23 de junio de 2016 será una fecha para recordar. En Europa se rompían los puentes entre el Reino Unido y la Unión Europea. En nuestro continente se comenzaban a tender puentes, no solamente en Colombia sino también en América Latina a partir de la paz en ese país.

Y todo ello, nos ha llevado, además, a un ejercicio de memoria, de resonancia de tiempos vividos.

Lo que teníamos en Colombia era la persistencia de la Guerra Fría allí vigente a través de esos movimientos guerrilleros iniciados hace más de 50 años. Digámoslo derechamente, con la llegada de Fidel Castro a La Habana en 1959 y su opción posterior, la Guerra Fría, se instaló a plenitud en esta parte del planeta. Cuba iniciaba un camino contestatario y en medio de un mundo dividido entre Estados Unidos y Unión Soviética, se sumaba a esta potencia. Y a partir de ese momento, sea por la crisis de los misiles, sea como resultado de la necesidad de ponerse a tono con las exigencias de una América Latina insatisfecha y el ejemplo que implicaba la Revolución Cubana, sea por la imagen del Che Guevara y su compromiso de alcanzar sociedades más justas, las guerrillas iniciaron sus ataques. Una guerrilla tan larga como la colombiana que, por ello, terminó compartiendo terrenos donde dominaba el narcotráfico.

Las FARC lograron tener un contingente extraordinariamente numeroso. En más de una reunión recuerdo al presidente de Colombia diciéndonos “es que el ejército colombiano solo tal vez no sea capaz de enfrentar con éxito esta guerrilla”. La Guerra Fría aquí era guerra caliente, con muertes y destrucción en pedazos de esta América.

Y eso mismo ocurrió en otros países donde, en la década del 70 y de los 80 -la década de dictaduras- esos gobiernos recibieron el respaldo de Estados Unidos, por temor al triunfo del otro. Por eso, también, sectores de la izquierda latinoamericana veían en las armas el camino para imponer sus ideas.

Fue lo vivido en Centroamérica y bien lo saben en Costa Rica, que fue la excepción. Pero allí, finalmente, el diálogo político logró imponerse y traer la paz en la última década del siglo XX.

Sin embargo, Colombia vio llegar el siglo XXI con las guerrillas de las FARC y el ELN en acción. Cuando, en algunas cumbres latinoamericanas, escuchamos los dramáticos relatos de su presidente, nos parecía a todos que debíamos tener la capacidad de poder reaccionar en una u otra forma y colaborar con Colombia.

Estaba fresco el recuerdo de Kosovo, aquella difícil situación bélica en Europa, donde la incapacidad de los propios contendientes y de los europeos de dar una solución al conflicto trajo la intervención de Estados Unidos para imponer la paz.

Siempre me inquietó que no fuéramos capaces de colaborar lo suficiente con el pueblo colombiano y ayudar nosotros, aquí en América Latina, a resolver este conflicto. Tenía clara conciencia que si no lo hacíamos lo podían hacer potencias más allá de América Latina y eso no era bueno ni para la región ni para aquellos que venían de más lejos.

Ahora la firma del acuerdo de cese del fuego y el compromiso de dejar las armas por parte de las FARC constituyen el principio del fin de tan largo conflicto. Y, por cierto, cabe valorar el coraje del presidente Santos de atreverse a iniciar las conversaciones políticas que han llevado a este momento histórico. Hay allí un antes y un después, más allá de las dificultades que aún quedan por resolver. El papel jugado por Cuba y Noruega como “garantes” y Chile y Venezuela como “acompañantes” encargados de conversar con cada una de las partes colaboró a lograr el acuerdo.

El rol de Cuba es muy interesante. Ayer, en las décadas de los 70 y 80, salieron de allí los revolucionarios alentados a tomar la vía armada. Ahora Cuba ha sido el país anfitrión de estas negociaciones de paz. Es cierto, han pasado muchos fenómenos recientes que apuntan a una misma dirección. Está la decisión del presidente Obama, al entender que hay mucho más futuro tendiendo puentes con la isla y la visión política del gobierno cubano al aceptar reanudar las relaciones diplomáticas.

Los efectos del cambio se viven día a día. Es lo mismo que signa el acercamiento de Cuba a la Unión Europea: un posible acuerdo se ve en el horizonte.

Cuba integra a plenitud la Comunidad de Estados de Latinoamérica y del Caribe; CELAC y su activismo diplomático llevó también al histórico encuentro en La Habana entre el Papa Francisco y el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kirill, tras mil años de separación entre ambas ramas del cristianismo.

Uno hace memoria y debe reconocer que nunca imaginó algo así. Hay acá una nueva diplomacia que empieza a surgir en la región donde se diversifican los signos políticos, pero se avanza con nuevos bríos hacia una mayor integración. La cita ampliada de la Alianza del Pacífico, con el presidente de Argentina como invitado especial, es ejemplo elocuente del inicio del acercamiento de esa Alianza con Mercosur.

Y en esta misma semana, como para celebrar el futuro y lo que será el siglo XXI, Panamá da cuenta de la apertura del Canal ampliado. Lo que treinta años atrás parecía difícil –la recuperación plena del canal por los panameños y su administración eficiente- ahora no sólo lo han demostrado sino, con una gran obra de ingeniería, han definido una ruta clave en el tránsito de los grandes barcos por el mundo. Chile, el tercer usuario mundial de ese paso tras Estados Unidos y China, lo celebra plenamente.

Es la globalización que obliga no sólo a mejorar las infraestructuras, sino también los mecanismos de complementación de unos con otros.

De eso se trata, de tender puentes para que la globalización tenga reglas claras, aceptadas en común y donde todos puedan beneficiarse de esas tecnologías nuevas que hacen al planeta más próximo, con menos distancias. Ha sido un 23 de junio muy distinto en esta parte del mundo, con una atmósfera de optimismo sobre lo que podemos ser si nos sabemos integrar.

Por ello nos cuesta entender desde aquí las horas que vive Europa. La de hoy no es la Europa que queremos.

Un comentario

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Jean-Pierre
26.08.2016 a las 13:11 Enlace Permanente

«….. En Europa se rompían los puentes entre el Reino Unido y la Unión Europea. En nuestro continente se comenzaban a tender puentes, no solamente en Colombia sino también en América Latina a partir de la paz en ese país.».
Je ne savais pas que le Royaume-Uni était en guerre contre le reste de l’Europe, voire même qu’il s’agissait d’une guérilla !!!
La juxtaposition de ces deux évènements me parait pour le moins osée …

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