El Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TPP-11) que firmaron 11 países tiene, al igual que su nombre, una larga historia. Este camino lo comenzamos a recorrer el año 2004 cuando firmamos con Nueva Zelanda, Singapur y Brunei el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica de libre comercio que señalaba, entre otras medidas, estar abierto a otros países que quieran suscribirlo.

Al poco tiempo, y para nuestra sorpresa, Estados Unidos se interesó y, con ello, también otros grandes países como Japón, Corea y Vietnam, perfilándose entonces como un acuerdo de una mayor envergadura. Así fue como el acuerdo comenzó a ser llamado por Barack Obama como el Tratado Transpacífico y se abría a la participación de países que tuvieran vínculos comerciales en el Océano Pacífico.

Rápidamente se alcanzó un número muy significativo de países involucrados, que representaban un número importante en la economía mundial, lo que hizo que las discusiones sobre las formas y alcances de integración fueran extensas y complejas. Luego de siete años de negociaciones, en febrero del 2016, doce países que representaban el 40% de la economía mundial, firmaron el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica que acordaba, entre otras disposiciones, medidas arancelarias en el intercambio comercial que beneficiaba a los países firmantes.

Siempre se pensó que el mandatario que saliera electo luego de Obama suscribiría e impulsaría su ratificación en el Congreso. Sin embargo, y para sorpresa de todos, Donald Trump decidió, como una de las primeras medidas al asumir como Presidente, retirarse del Tratado por considerarlo como “un potencial desastre” para la economía de Estados Unidos.

En este punto de inflexión, la decisión del gobierno de Chile fue fundamental a la hora de continuar adelante con el tratado sin Estados Unidos. Sin perder tiempo, se retomaron las negociaciones, se revisaron las medidas y se modificaron según los intereses de los países involucrados. En este contexto, uno de los primeros consensos fue eliminar las disposiciones sobre los temas de propiedad intelectual y disposiciones de patentes farmacéuticas y de derecho de autor que Estados Unidos usaba, pero que ahora, al no participar, el resto de los países decidió retirar.

Así se dio forma al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico firmado por Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam, que establece las bases para un libre comercio justo entre sus economías, que genera un potencial mercado de 500 millones de personas y representa un 13% del Producto Interno Bruto Mundial, lo que sitúa al TPP-11 como el tercer pacto económico del mundo.

Para Chile es un logro por donde se mire. Primero que nada, porque un país pequeño como el nuestro organizó y sacó adelante un acuerdo de esta envergadura. Siendo uno de sus principales promotores, logró que pequeñas economías se unieran y juntas se transformaran en un ente fuerte con el cual se tendrá que negociar en el futuro.

A su vez, es un paso adelante para nuestra economía que expandirá sus exportaciones a Asia e impulsará un comercio más especializado, sumándoles mayor valor agregado a los productos que exporta, pasando, por ejemplo, de exportar madera a muebles ya hechos.

Finalmente, este tratado es una respuesta concreta que da el país a la defensa del libre comercio justo, ante las medidas proteccionistas y erróneas del Presidente Trump que sólo terminarán por aislar a Estados Unidos y desatando una guerra comercial en su contra. El comercio tiene que ser objeto de entendimiento de una manera civilizada y estar abierto a negociar con otros países. Lo que esta semana sucedió en Chile, en donde se reunieron todos los cancilleres y ministros de economía de los países firmantes, corrobora el compromiso de todos por mantener adelante este acuerdo y de dialogar siempre para lograr consensos.

Con este Tratado hemos dado un paso importante en la integración, con la mirada puesta en una estrategia común a largo plazo que nos permitirá a todos los países involucrados, sin importar el tamaño, participar activamente en la gobernanza mundial y gestionar nuestros asuntos comerciales en conjunto.

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